Bueno, tras dos semanas resistiéndome a
escribir nada en este blog, cuya creación me vino impuesta, no me va a quedar más
remedio que publicar algo si quiero superar la asignatura de “Tecnología
aplicada al ejercicio de la Abogacía”. Parecía una “maría” de asignatura, pero
no. Mi gozo en un pozo en la primera clase ya. Debe ser que, aún siendo una
“nativa digital” no estoy muy puesta en el tema de la importancia e influencia
de las nuevas tecnologías.
Resulta que parte de la asignatura trata
de la importancia de la presencia de los Abogados en las redes sociales, en
blogs y en Internet en general, y lo mejor de todo es que es obligatoria su
puesta en práctica desde ya. Tenemos que concienciarnos de que hemos nacido en
una sociedad tecnológica, y de que, poco menos que si no estás en las redes
sociales no eres nadie.
¿Pero qué pasa, que porque ahora todo el
mundo esté en redes sociales y se publicite a través de Internet, hay que
hacerlo obligatoriamente te dediques a lo que te dediques? Para muchos parece que
sí, que si no lo haces vives anclado en el pasado, eres un antiguo, y sobre
todo, no eres competencia para el resto.
Pues que queréis que os diga, pero yo no
pienso así. ¿No vivían y comían los Abogados antes de que existieran las redes sociales o qué? A
algunos les habrá generado negocio pero precisamente ha sido por su
diferenciación del resto, y más cuando la abogacía siempre ha sido una
profesión en la que hacerse publicidad estaba casi prohibido y sobre todo mal
visto. Ahora si todos vamos detrás ¿dónde va a quedar el honor y la dignidad de
la profesión? ¿Y la discreción que nos caracteriza? No sé que pensareis
vosotros, pero para mí utilizar las redes sociales para comentar cosas del
trabajo, aunque sea sin identificar a nadie, no encaja del todo bien con el
deber de secreto profesional, ni es serio.
Dicho esto, y muy a mi pesar, tendré que
seguir publicando entradas, que espero interesen a alguien, y que prometo tendrán relación con el mundo jurídico.
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